lunes, 24 de febrero de 2014

Principios pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza

Los principios pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza
1. El principio fundamental es educar a sus alumnos, que incluye la instrucción de todas las funciones y energías del cuerpo y del alma. Para ello es primordial el principio de la «reverencia máxima que al niño se debe». Ajena a todo particularismo religioso, filosófico y político, se propone sembrar en la juventud, con la más absoluta libertad, la más austera reserva en la elaboración de sus normas de vida y el respeto más religioso para cuantas sinceras convicciones consagra la historia.
2. Pretende despertar el interés de sus alumnos hacia una amplia cultura general, de múltiple orientación, cada época especialmente exige, para cimentar luego en ella, según les sea posible, una educación profesional de acuerdo con sus aptitudes y vocación, escogida más a conciencia de lo que es usual; tiende a prepararlos para ser en su día científicos, literatos, abogados, médicos, ingenieros, industriales...; pero sobre eso, y antes que todo eso, personas capaces de concebir un ideal, de gobernar con sustantividad su propia vida y de producirla mediante el armonioso consorcio de todas sus facultades.
3. La coeducación es un principio esencial del régimen escolar. No existe fundamento para prohibir en la escuela que uno y otro sexo viven como en la familia y en la sociedad. Juzga la coeducación como uno de los resortes fundamentales para la formación del carácter moral, así como de la pureza de costumbres, y el más poderoso para acabar con la actual inferioridad positiva de la mujer, que no empezará a desaparecer hasta que aquélla se eduque, en cuanto a la cultura general, no sólo como, sino con el hombre.
4.  Aspira a que sus alumnos puedan servirse pronto y ampliamente de los libros como fuente capital de cultura; pero no emplea los llamados «de texto», ni las «lecciones de memoria» al uso, por creer que todo ello contribuye a petrificar el espíritu y a mecanizar el trabajo de clase, donde la función del maestro ha de consistir en despertar y mantener vivo el interés del niño, excitando su pensamiento, sugiriendo cuestiones y nuevos puntos de vista, enseñando a razonar con rigor y a resumir con claridad y precisión los resultados. La clase no sirve para «dar y tomar lecciones», o sea para comprobar lo aprendido fuera de ella, sino para enseñar y aprender a trabajar, fomentando, que no pretendiendo vanamente suprimir, el ineludible esfuerzo personal, si ha de haber obra viva, y cultivándolo reflexivamente, a fin de mejorar el resultado.
5. La Institución considera indispensable para la eficacia de su obra la activa cooperación de las familias. Nada es tan nocivo para la educación del niño como el manifiesto o latente desacuerdo entre su familia y su escuela. Nada, por el contrario, tan favorable como el natural y recíproco influjo de una en otra.
6. La educación elemental y la secundaria no pueden separarse. Forman un proceso continuo que también debe extenderse a las universidades con los mismos métodos.
7. Las clases deben ser una conversación, familiar e informal entre maestros y alumnos, llevados por un espíritu de descubrimiento: métodos intuitivos, realidades en vez de abstracciones, objetos en vez de palabras, diálogo socrático, el aula debe ser un taller, el maestro un director, los alumnos una familia.
8. La disciplina no puede basarse en castigos, sino en la idea de la corrección y la reforma. Los juegos y otras actividades libres son lo que da la mejor oportunidad para observar las inclinaciones de los niños. La obediencia a la ley debe excluir todo predominio de la voluntad independiente o de un poder dictatorial.
9. Se propugna el principio de la pedagogía activa y en íntimo contacto con la vida, el método intuitivo, expresión acuñada por Pestalozzi y Frobel. Cuando se funda la Institución Libre de Enseñanza, la influencia teórica central viene de estos dos pedagogos y, aunque nunca se abandone del todo, el método intuitivo va modernizándose y enriqueciéndose al contacto cotidiano con las ideas de aquí y de allí hasta alcanzar unas dimensiones plenamente contemporáneas por obra del genio educador de Manuel Bartolomé Cossío.

10. Pone gran interés la Institución en formar en la salud y la higiene, el decoro personal de hábitos y maneras; la amplitud, elevación y delicadeza del sentir; la depuración de los gustos estéticos; la tolerancia, la alegría, la serenidad, la conciencia del deber, la lealtad, la disposición a vivir como se piensa. Utiliza el trabajo intelectual sobrio e intenso, el juego corporal al aire libre, la relación con la naturaleza y con el arte. Reniega del sistema corruptor de exámenes, de la emulación, de los premios y castigos, del espionaje hacia los alumnos.
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Cuando uno lee estos principios pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza, nacidos en el último tercio del siglo XIX, vigentes aún en el mundo más avanzado de la educación, y comprueba, a la vez, la realidad actual de la educación en España, no puede uno menos de echarse las manos a la cabeza y pensar: ¿Pero qué está ocurriendo, en nuestro país, que no se acierta a tomar conciencia de lo importante que es la educación para cualquier pueblo? ¿Por qué no se ha alcanzado un acuerdo social amplio sobre educación, durante toda la transición democrática? ¿Cómo es posible que, teniendo estos antecedentes como los de la Institución Libre de Enseñanza, los partidos gobernantes, de uno y otro signo, los ignoren y sigan dando palos de ciego en una materia de tanta trascendencia social? ¿A ver si al final, tenemos que reconocer que somos un pueblo menos avanzado social y culturalmente de lo que creemos?
Lo que está ocurriendo con la educación, durante toda la transición, y con la sanidad, en los últimos años, así parece confirmarlo. Pues bien, no lo olvidemos, estos son los dos primeros índices (la educación y la salud) del nivel y del progreso cultural y social de cualquier pueblo. ¿Hasta cuándo vamos a seguir así? Eso parece que va a depender más de los ciudadanos que de los políticos gobernantes, pues éstos, encerrados -como están- en su burbuja de privilegios, siguen haciendo oídos sordos a los graves problemas sociales que padecen los sectores más débiles de la sociedad, cada vez más amplios. 






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