miércoles, 14 de agosto de 2013

Sobre el placer y la felicidad. Educar para ser felices (ser conscientes)



Al tratar de la felicidad, es preciso establecer, desde el principio, la diferencia entre placer y felicidad, que suelen confundirse, lo cual es motivo de serias frustraciones, como dice Platón, que la búsqueda permanente de la felicidad es sinónimo de frustración, y por lo tanto de infelicidad, es decir, todo lo contrario a lo que se busca. Podemos decir que todo el mundo va en busca del placer y la felicidad, como una tendencia de nuestra naturaleza, desea disfrutar y ser feliz, creyendo que es más o menos lo mismo. Sin embargo, no es así. El diccionario define la felicidad como goce completo del espíritu, y el placer como sensación agradable; marca, pues, una diferencia esencial entre ambos vocablos.

Conviene comenzar diciendo que todo lo que se refiere al ámbito del placer está relacionado con el cuerpo y lo material, mientras lo que atañe a la felicidad está en relación con el espíritu y el alma. Entramos, pues, en el mundo de la dualidad, dos mundos muy distintos, pero complementarios, se necesitan uno a otro; por tanto, hay que evitar toda polarización en uno cualquiera de estos dos mundos rechazando el otro, porque ambos son necesarios para que el hombre mantenga el control y el equilibrio de sí mismo.  De ahí la importancia de conocer las emociones y los sentimientos de uno y otro, esas dos naturalezas de que está hecho todo ser humano, pues el cuerpo tiene sus propias emociones y sentimientos, y el alma también posee los suyos. No olvidemos que somos ambas cosas, alma y cuerpo, espíritu y materia.

De forma que, si nos identificamos exclusivamente con nuestro cuerpo físico y por ello buscamos satisfacerle sólo a él, lo que realmente hacemos es ir en busca del placer, no de la felicidad. Y no hemos de olvidar que el placer está siempre unido a factores externos, a los sentidos y los instintos, la comida y el sexo, etc. En cambio, la felicidad, como dice el psicólogo Martin Seligman, de la universidad de Pensylvania*, no está relacionada con factores externos, sino con cosas como el compromiso o la vida con significado, con sentido. Dice, asimismo, que la búsqueda de placer no tiene casi ninguna relación con la cantidad de satisfacción en la vida, y que los factores para una felicidad duradera son la emoción positiva, el estar agradecidos y la vida con significado. Pone el siguiente ejemplo: si tomas un dulce, te masturbas, etc., el placer dura un momento; en cambio la felicidad de un acto filantrópico dura todo el día y aún más.

Es interesante escuchar el programa “Aprendiendo a ser felices”, del que extraemos algunas ideas interesantes sobre la felicidad. Dice Seligman que, en el mundo occidental, hemos gastado la riqueza en objetos materiales que nos hacían felices, como el lavavajillas o los helados de vainilla, pero que no proporcionan una felicidad duradera. Sin embargo lo que la ciencia nos está diciendo, en los últimos diez años, es que se puede cambiar el compromiso y el significado, el sentido de la vida y la relación con las personas, “compartiendo algo que es mayor de lo que uno es”. Si invertimos nuestra riqueza y nuestro tiempo en algo que tenga más significado y compromiso, todo el tono de la felicidad en el planeta puede cambiar. Se puede cambiar la vida a los cincuenta años ayudando a otras personas. Sabemos que, en lo que nos hemos gastado la riqueza, durante los últimos sesenta años, que son objetos materiales (TV, coches, etc.), no funciona, la gente se ha deprimido aún más. Pero el excedente que tenemos podemos utilizarlo para construir una vida más feliz, en el compromiso con otras personas, en el trabajo y en el sentido de la vida.

Quizás podamos extraer algunas conclusiones de lo expuesto. El placer no incluye la felicidad, en cambio, la felicidad sí incluye el placer, por el principio de que lo inferior no incluye a lo superior, pero lo superior incluye a lo inferior. La felicidad afecta a todo el ser, en cuerpo y alma, por eso vamos en busca de ella, aún sin saberlo y, sobre todo, pensando en el disfrute y el placer de lo material, pero la felicidad no se alcanza fácilmente. El placer, en cambio, sólo afecta al cuerpo, deja al alma insatisfecha. Alguien ha dicho que el aburrimiento se encuentra al final de todos los placeres; por el contrario, la felicidad se halla al término de todos los sacrificios. No hemos de olvidar que la felicidad no consiste en hacer lo que uno quiere (lo que a uno le da gana, lo que le da placer), sino en querer lo que uno hace. Esto está relacionado con lo que decía el filósofo griego, Epicteto: No hagas que tu felicidad dependa de lo que no depende de ti.

Pero el ser humano no debería ir en busca del placer, ni  siquiera de la felicidad, directamente, pues, como dijo el Maestro hindú, Krishnamurti, la felicidad no es en sí misma un fin; es, como la virtud, un derivado de la libertad. El hombre debe ir en busca de la consciencia. Dice Jung que los errores del hombre están en la inconsciencia. Hemos de entender esto en el sentido de que adquirir consciencia es adquirir conocimiento y sabiduría a la vez, es decir, conocimiento intelectual y conocimiento de nuestro ser interior (de lo que realmente somos y no de lo que creemos que somos). En una palabra, adquirir consciencia es despertar, el no permanecer dormidos. De ahí que la inconsciencia esté ligada a la ignorancia, de la que provienen la mayoría de los errores que comete el ser humano. Nos referimos aquí, esencialmente, a la ignorancia de lo que realmente somos, de forma que podemos tener grandes conocimientos intelectuales, pero ignorar lo que somos.

¿Y qué tiene que ver todo esto con la felicidad? Pues mucho. El hombre sólo puede ser feliz alcanzando el verdadero conocimiento de sí mismo; por lo que ser consciente (es decir, alcanzar el conocimiento de uno mismo) es sinónimo de ser feliz. ¿Y cuántos seres humanos llegan a conseguirlo? Pocos, por eso el mundo es tan infeliz. Sólo los llamados grandes hombres, los grandes benefactores de la humanidad, alcanzan esa cota, y, en general, aquellos que se entregan, en cuerpo y alma, a servir a los demás, también se van acercando a la felicidad, aquellos que -como recuerda Martin Seligman-  buscan el compromiso con otras personas y el sentido de la vida.

El experto internacional en el desarrollo de la creatividad, Ken Robinson, habla del coeficiente de felicidad, como la capacidad de una persona para contribuir a que los demás se sientan a gusto. De ahí el aforismo no sé bien qué es la felicidad, pero sé que no es nada si no se comparte. Esta idea de la necesidad de compartir la felicidad está presente en la pluma de muchos autores. Uno de ellos dice que tenemos solamente la felicidad que hemos dado. En la misma línea escribió el genio de Pascal: La felicidad es un artículo maravilloso, cuanto más das, más te queda, y el pensador francés, Auguste Comte: Vivir para los demás no es sólo la ley del deber, es también la ley de la felicidad.

Se dice de la felicidad que no es una estación de llegada, sino una manera de viajar. Esa manera de viajar ha de ser la educación para ser feliz, que debe estar presente en todas las aulas, tanto de Primaria como de Secundaria, en la enseñanza formal como no formal, lo que exige al educador una gran preparación y sobre todo una entrega al servicio de sus alumnos, una cualidad esencial de todo educador.

Julio Ferreras

* Véase el programa de Redes 363 “Aprendiendo a ser felices”, en este blog (“Educar para la felicidad”)
_____________________________

La educación por la música"Adagio " de Albinoni. Bella y famosa pieza musical, con una historia muy particular. El manuscrito, con los primeros compases de la obra, fue encontrado en la Biblioteca de Dresden, durante el bombardeo de la segunda guerra mundial. Pertenecían, sin duda, al compositor Tomaso Albinoni, pero la composición definitiva estuvo a cargo de Remo Giazotto, biógrafo de Albinoni



Lo que importa son los demás - psicología social

Redes 109: Lo que importa son los demás - psicología social.   En contra de lo que se cree habitualmente, nuestros antepasados eran más violentos que nosotros. En este capítulo de Redes, volvemos a hablar del declive de la violencia con el profesor de psicología de la Universidad de Harvard, Steven Pinker. Junto con él, Eduard Punset analiza las ventajas y desventajas de tener un gobierno mundial, la relación entre la religión y la violencia, el caso particular de los Estados Unidos, la tendencia incipiente en Occidente hacia el vegetarianismo como una manera de evitar el sufrimiento de otras especies además de la nuestra, y el papel de la gestión emocional como una forma de ir a un futuro más pacífico.

Ciencia para la Vida (Redes Punset)

Mejora tu vida con ciencia - Richard Wiseman
 Desde hace unos años, la ciencia se ha adentrado en cuestiones como la felicidad, la motivación, la creatividad, las relaciones personales o la toma de decisiones. Y uno de los expertos en difundir las últimas averiguaciones sobre lo que realmente nos importa es Richard Wiseman, psicólogo de la Universidad de Hertfordshire que compartió con Eduardo Punset sus conocimientos y su magia.
 

viernes, 9 de agosto de 2013

Educar por el lenguaje y para la comunicación*


Los diferentes niveles del lenguaje definen a los seres humanos. El lenguaje del poeta difiere esencialmente del lenguaje de una persona rústica. Si hoy tuviéramos que definir a los menores por su nivel de lengua, una buena parte no superaría el nivel rústico y grosero. ¿Cuál es la razón, si los niños y los adolescentes tienden a imitar a los mayores? La pregunta así planteada incluye la respuesta. Los menores aprenden el lenguaje que oyen a su alrededor, en la familia, el colegio y la televisión. El nivel de lengua dominante, en muchos ambientes sociales de la actualidad, es bastante burdo y chabacano.

No ha de sorprendernos, pues, el bajo nivel de lengua de nuestros escolares, con un vocabulario reducido y un desconocimiento de las normas lingüísticas. ¿Qué nivel de comunicación y de diálogo se puede establecer así? Sabemos que la ambigüedad en el vocabulario lleva a la confusión en el pensamiento, y ésta acaba fácilmente en el enfrentamiento. No se sabe apreciar y disfrutar de la belleza de la palabra. Es la consecuencia de nuestro espíritu empobrecido, o de nuestra falta de espíritu. “El lenguaje de cada uno es como la huella dactilar de su espíritu”, dice el filósofo Emilio Lledó, quien ha sido consciente de la pérdida del poder de la palabra a favor de la imagen: “El desarrollo de la televisión -dice- es un fenómeno importante en nuestro tiempo, inevitable y real… Pero yo creo que si no somos palabra, si no somos lenguaje, si no somos alguien con una determinada idealidad, entonces las imágenes resbalan sobre nosotros, o nos agreden y nos deforman”.

El Verbo sagrado, dado al hombre (“en el principio era la palabra”) como distintivo de su especie, lo hemos vejado y degradado. Hacer un buen uso de la palabra y de la lengua ya no es un signo de poseer una buena educación para esta sociedad. La Retórica o el “ars bene dicendi” de los antiguos, que ocupó un lugar importante en la educación hasta la Edad Media, ya no interesa, hoy, a una humanidad ensimismada por el mundo de la imagen.

Un educador para el que la palabra, el diálogo y la comunicación han tenido una gran importancia, es Paulo Freire. “Decir la palabra -afirma en La Educación como práctica de la libertad- es transformar la realidad… decir la palabra no es privilegio de algunos, sino derecho fundamental y básico de todos los hombres”. A lo cual comenta Julio Barreiro, en el prólogo del citado libro: “Nadie dice la palabra solo. Decirla significa decirla para los otros… Por eso, la verdadera educación es diálogo”; y dice de P. Freire: “Nos sorprende -a la manera socrática- el valor que Paulo Freire da a la palabra”. En otro lugar, habla Freire del diálogo, del que afirma: “Se nutre del amor, de la humildad, de la esperanza, de la fe, de la confianza. Por eso sólo el diálogo comunica”, y dice que sólo hay comunicación cuando se crea una relación de simpatía entre los polos del diálogo.

El tema de las relaciones y la comunicación entre todos los seres humanos es, hoy, el arquetipo para el desarrollo de la humanidad, hasta llegar a establecer unas relaciones cordiales entre todos los pueblos de la Tierra. Esta idea debe estar cada vez más presente en las mentes de los educadores y en todas las escuelas del mundo. Según la nueva Teoría General de Sistemas, la relación lo es todo.

A la hora de hablar y comunicarse, es hoy, pues, más necesario que nunca, adquirir el buen hábito de pensar en lo que uno va a decir y el efecto que producirá en el interlocutor. La sabiduría antigua enseña que antes de hablar es esencial pensar, recordando el precepto “antes de hablar se debe adquirir conocimiento”. En este sentido, podemos afirmar que no existe, en nuestra sociedad, una educación por un buen uso del lenguaje y para una buena comunicación. Tanto en los debates, como en la conversación ordinaria, uno quita la palabra al otro, expresa lo primero que le viene a la mente y no reflexiona en el efecto que producirán sus palabras. De esta forma, estamos sembrando continuamente la semilla de la discordia y del conflicto. No digamos con qué frecuencia se utiliza el lenguaje para la difamación y la calumnia, que expresan siempre una bajeza de espíritu, una falta de amor, de comprensión y de fraternidad. Y tampoco deberíamos olvidarnos del dicho “quien te hable mal de los demás, hablará mal también de ti”.

La necesidad de una educación por el lenguaje y para la comunicación queda patente en estas palabras de la líder espiritual japonesa, Masa mi Saionji: “No hemos usado las palabras, hemos abusado de ellas. Este terrible abuso ha sentado las bases del mundo frío y cruel que hemos construido a nuestro alrededor. A medida que avanzamos por el siglo XXI, nuestras falsas ilusiones sobre las palabras deben desaparecer. Todas las palabras negativas deben ser purificadas. Si queremos que la vida en la Tierra evolucione, todas nuestras palabras deben ser brillantes y llenas de armonía. Si revisamos la historia de la humanidad, podemos percatarnos de que es debido a la forma en que cada individuo ha utilizado las palabras, y no por ninguna otra razón, por lo que existen tantos conflictos, calamidades, enfermedades y discriminación”.

A. Huxley dice que disponemos actualmente de todo el material intelectual necesario para una sólida educación en el uso propio del lenguaje, para una educación en todos los niveles, desde la guardería hasta los cursos para licenciados, y que se debería llevar a cabo inmediatamente. Pero no es así, por eso afirma más adelante: “En ningún sitio se enseña a los niños, de un modo sistemático, a distinguir la afirmación verdadera de la falsa, la significativa de la carente de significado. ¿Por qué es así? Porque sus mayores, inclusive en los países democráticos, no quieren darles esta clase de educación”. En otro lugar, Huxley dice que la libertad está amenazada y que la educación para la libertad es de necesidad muy urgente.

Por eso, la Nueva Educación defiende que la educación por el lenguaje y para la comunicación es uno de sus propósitos, pues, por un lado, la educación se ocupa básicamente de establecer relaciones e interrelaciones, de construir puentes y eliminar muros y fronteras, es decir, de la verdadera comunicación entre los seres humanos. Por otro, la lengua es el medio más asequible para comunicarnos con los demás, y un lenguaje fino y elegante es idóneo para la expresión de nuestros sentimientos más íntimos y elevados, y también para la expresión de un espíritu refinado. Aristófanes dijo que los pensamientos elevados deben tener un lenguaje elevado.

Emilio Lledó dice que la educación debe fomentar la reflexión, la curiosidad por el lenguaje, por el significado de las palabras. Por ello, es preciso desarrollar en los niños y los adolescentes el hábito de usar las palabras con corrección y respeto, de modo que sean la expresión de nuestros correctos pensamientos y de un propósito benéfico en la comunicación. Es preciso imbuirles en el amor por la lectura, y sobre todo por las bellas obras de la literatura, apropiadas -si es preciso- para su nivel de conocimientos. El profesor y orientador, A. Escaja, en su libro “Educar en familia”, dedica un apartado a la educación por el lenguaje, donde trata de la importancia de enseñar a los niños a utilizar un lenguaje elegante y correcto, porque “las palabras -dice- acaban perfilando nuestra personalidad”.

Este objetivo de hacer un mejor uso del lenguaje y enseñar a hablar correctamente, con todo lo que ello significa de practicar el respeto a lo que dicen los demás, evitando la calumnia, la difamación y la frivolidad, era ya uno de los pasos del “Noble Óctuple Sendero” del Buda. Así pues, esta doble educación por el lenguaje y para la comunicación ha de comenzar en la familia y en la escuela, para ponerla en práctica, posteriormente, en todos los ambientes sociales. Sólo así podremos construir sociedades que vivan en la armonía y el respeto, y crear una convivencia pacífica. 

* Se permite  el uso y la difusión de este documento citando su procedencia. Reservado por derechos de autor
_______________

A la educación por la música:  "Serenata", de Schubert, para orquesta de cuerda. Esta inmortal serenata es una bella melodía, de una gran inspiración, y se caracteriza por su absoluta perfección del acabado, su gracia y su belleza, que deleitan siempre.