miércoles, 28 de marzo de 2012

La música en la cultura y la civilización de los pueblos


La música en la cultura y la civilización de los pueblos[1]
    (Julio Ferreras)
       
En las antiguas civilizaciones orientales de China e India, así como en la Grecia clásica, la música era considerada como un valor humano de primer orden, como recuerda el pedagogo y educador, E. Willems. Allí -dice- la educación musical ocupaba un lugar en el desarrollo y en la conducción de los pueblos. Este pedagogo trata de investigar por qué la música perdió esta prerrogativa, y afirma que entonces la afectividad (tan unida siempre al arte y, en especial, a la música) “predominaba mientras que, en nuestra época, la primacía corresponde al intelecto”.
Hace mucho tiempo que la música perdió este privilegio, sobre todo en los últimos siglos dominados por un puro intelectualismo, bajo el imperio del racionalismo y el materialismo. Pero es preciso reconocer que, en los últimos decenios, ha comenzado un renacimiento de la música, especialmente en los países más avanzados de Occidente, por el cual comienza a ser nuevamente considerada como un elemento fundamental en la vida, la cultura y la educación de los pueblos. Quizás sea, por un lado, el efecto de los grandes pedagogos que, desde Comenius en el siglo XVII, hasta Pestalozzi, Mª Montessori, Willems, Jaques-Dalcroze, etc., en el XX, han sabido valorar la importancia de la música y de la educación musical.
Por otro lado, es preciso considerar los efectos y las consecuencias de la nueva visión del mundo nacida de la nueva ciencia y la nueva psicología, en que lo mental y lo sentimental, el cerebro y el corazón ya no se oponen, sino que comienzan a estar unidos. Ahí es, en la unidad y la integración, donde la música cobra su verdadero protagonismo y su sentido en la vida humana.
Se cree que fue Pitágoras (s. VI a. d. Cristo) el primero en considerar la importancia de la educación musical en los niños y en la sociedad. Después, en la obra de Platón, se encuentran muchas alusiones a la importancia de la música en la educación de los ciudadanos. Willems habla del carácter profundamente humano de la educación musical entre los griegos, cuyo fin -según Pitágoras, Damón, Sócrates y Platón- era la formación de la inteligencia y del carácter. Defiende que Grecia ofreció un ejemplo maravilloso de educación musical, y que posteriormente la música tomó un cariz intelectual, por lo que su valor educativo perdió terreno a favor de una enseñanza y una instrucción más racional.
En la Edad Media, la música -considerada como un arte y a la vez una ciencia matemática- formaba parte del Quadrivium, junto a la geometría, la aritmética y la astronomía. Estas cuatro ciencias formaban las bases de la educación medieval, y también se las llamaba las cuatro artes matemáticas. Por eso, probablemente, Willems afirma que en la música se reúnen la ciencia matemática y la sensibilidad emotiva.
Goethe, en el s. XVIII-XIX, a pesar del predominio de la razón y del intelecto en la sociedad que le correspondió vivir, supo valorar la importancia de la música en la vida humana. Willems alude a una obra de Goethe, en la que éste -en su búsqueda de la verdad pedagógica- habla de una provincia denominada “provincia pedagógica”, donde toda la educación está basada en la música, y deduce que allí está la verdad y la hace suya al escribir: “Entre nosotros el canto se encuentra en el primer estadio de la cultura… Con este fin elegimos, entre lo imaginable, la música como elemento de cultura porque de ella parten, en todas las direcciones, caminos idénticos”.
Los grandes pedagogos y educadores de la música, como Jaques-Dalcroze, Kodaly, Willems, Orff, K. Pahlen, etc., han traído, a lo largo del siglo XX, una nueva pedagogía y una nueva educación musical. Jaques-Dalcroze escribe en 1915: “Me parece que en nuestras escuelas se descuida la educación de la sensibilidad. Esto es mucho más lamentable teniendo en cuenta que esta laguna tiene consecuencias desastrosas para el desarrollo del carácter”. La formación de la sensibilidad a través de la música podría -como dice Jaques-Dalcroze- “formar nuevas generaciones, cuyo espíritu sería más flexible, la voluntad más firme, la inteligencia menos seca y menos exclusiva, los instintos más refinados, la vida más rica, la comprensión de lo bello más completa y más profunda”.
En Hungría, el músico y pedagogo, Z. Kodály, supo asimismo reconocer la importancia de la educación musical y logró implantarla en el sistema educativo de su país, a través de uno de los métodos más avanzados de educación musical, el que lleva su nombre. Lo mismo hizo, en Alemania, Carl Orff, cuya Obra Didáctica contiene la pedagogía musical más avanzada, sobre todo, en el uso de los instrumentos musicales. La influencia de ambos se ha extendido a otros países.
Pero, en estos comienzos de siglo, ha sido en Venezuela, donde la música ha vuelto a ser considerada como un valor de primer orden para la transformación social, a través del llamado “Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela”, llevado a cabo por José Antonio Abreu, cuya experiencia ha roto con algunos de los prejuicios en el estudio y la práctica de la música. Ha roto con el elitismo que ha caracterizado a la música clásica, asociada casi siempre a los sectores privilegiados de la sociedad. Abreu está consiguiendo llevar la música a los sectores más desfavorecidos de Venezuela, y sacarlos de la marginación social, mediante la creación de pequeñas orquestas y coros infantiles y juveniles. Con ello, ha acabado también con la creencia de que la práctica de la música clásica es sólo para profesionales.
Y lo sorprendente es que este educador y pedagogo musical ha llevado la música hasta el mundo de los discapacitados, mediante un programa especial dirigido a los que tienen dificultades de aprendizaje, a los ciegos y -lo que es más sorprendente aún- los sordos (como el Coro de Manos Blancas, compuesto por niños sordos), y también al mundo de los reclusos, obteniendo resultados extraordinarios. Con ello, Abreu ha roto también con otro prejuicio: que es preciso tener un oído especial para la práctica de la música, y ha transformado la vida de cerca de trescientos mil niños y jóvenes, creando más de 120 orquestas juveniles y 60 infantiles. Para él, estas orquestas y coros son -dice- mucho más que estructuras artísticas, son modelos y escuelas de vida social, y forman parte del proyecto "Música para la acción social". Esta experiencia de Abreu se rige por el principio de que la música es un instrumento irremplazable para unir a las personas, y llega a hacer esta afirmación: “La pobreza material será vencida por la riqueza espiritual generada por la música”. Hoy se conoce este trabajo de Abreu como “el milagro musical de Venezuela”.
Acerca de la importancia de la música en la cultura y la civilización de los pueblos, dice el Dr. B. Jensen: “En mis viajes por todo el mundo, he comprobado que la música forma parte integrante de la cultura de la mayor parte de los países. Ninguna celebración es completa sin música y baile. La música se utiliza para aportar alegría, júbilo, felicidad, un humor festivo” (“Color, música y vibración”).



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